Si te observo no lo harás conmigo.
Para qué me miras? porque razón ojos? por qué razón pupilas? si balbuceo entre constelaciones mirando sin mirar...

miércoles, 30 de marzo de 2011

Las intermitencias de la muerte...  
                  Se acercaba la hora de ingresar por el último débil suspiro para anular completamente los posibles res-piros vivientes, de sus indeterminados sueños,  de las miradas pidiendo ese instante deseado; agotado de sostener la debil hilera que llave entre la vida y la muerte,,, siente ahora el dolor nauceabundo de estar con una leve vida. ¡Pero que muerte más ausente e indiferente!, yo la quiero acariciar porque necesito un momento inmediato con ella, un tiempo exactodonde mis dolores ya no sienta... donde olvide mi olvido... de las esperar sin recipientes, de incoloras rosas sin admitir recibir, de mis respuestas afirmando siempre "nada", de inconstrantes... de mi inconstancia... de la inconstancia siempre eterna, de futuros intricados mientras yo estoy en un total grisaseo difuso, de las sonrrisas indulgentes, de lascivias cancamusas de sentimietos, de mi... de mi... de mi variabilidad y yo... del tiempo que me hace existir sin previas preguntas... de inconformidades... de mi inconformidad... de inconformidad y el dolor y el dolor de estar vivo...

_______________________________________________________________________________
UN TROZO INSPIRADO POR EL TITULO DE JOSE SARAMAGO
............LAS INTERMITENCIAS DE LA MUERTE..

martes, 29 de marzo de 2011

LAS INTERMITENCIAS DE LA MUERTE

vallado




Entraron en el dormitorio, se desnudaron, y lo que estaba escrito que sucedería sucedió por fin, y otra vez, y otra aún. Él se durmió, ella no. Entonces ella, la muerte, se levantó, abrió el bolso que había dejado en la sala y sacó la carta color violeta. Miró alrededor como si buscara un lugar donde poder dejarla, sobre el piano, sujeta entre las cuerdas del violonchelo o quizás en el propio dormitorio, debajo de la almohada en que la cabeza del hombre descansaba. No lo hizo. Fue a la cocina, encendió una cerilla, una humilde cerilla, ella que podría deshacer el papel con una mirada, reducirlo a un impalpable polvo, ella que podría pegarle fuego sólo con el contacto de los dedos, y era una simple cerilla, una cerilla común, la cerilla de todos los días, la que hacía arder la carta de la muerte, esa que sólo la muerte podía destruir. No quedaron cenizas. La muerte volvió a la cama, se abrazó al hombre, y, sin comprender lo que le estaba sucediendo, ella que nunca dormía, sintió que el sueño le bajaba suavemente los párpados.

Al día siguiente no murió nadie.



http://recintosmagicos.blogspot.com/2010/04/fragmento-de-las-intermitencias-de-la.html