Si te observo no lo harás conmigo.
Para qué me miras? porque razón ojos? por qué razón pupilas? si balbuceo entre constelaciones mirando sin mirar...

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Los Conjurados -Es como si dibujase sensaciones con cada línea consumida-

Aquella noche lo leí, y fue tan elocuente todo ese torrente de sentimientos con los mios. Borges me ha enamorado de mi vida y de su vida. 

Escribir un poema es ensayar una magia menor. El instrumento de esa magia, el lenguaje, es asaz misterioso. Nada sabemos de su origen. Sólo sabemos que se ramifica en idiomas y que cada uno de ellos consta de un indefinido y cambiante vocabulario y de una cifra indefinida de posibilidades sintácticas. Con esos inasibles elementos he formado este libro. (En el poema, la cadencia y el ambiente de una palabra pueden pesar más que el sentido.)
 De usted es este libro, María Kodama. ¿Será preciso que le diga que esta inscripción comprende los crepúsculos, los ciervos de Nara, la noche que está sola y las populosas mañanas, las islas compartidas, los mares, los desiertos y los jardines, lo que pierde el olvido y lo que la memoria transforma, la alta voz del muecín, la muerte de Hawkwood, los libros y las láminas?
 Sólo podemos dar lo que ya hemos dado. Sólo podemos dar lo que ya es del otro. En este libro están las cosas que siempre fueron suyas. ¡Qué misterio es una dedicatoria, una entrega de símbolos!
J.L.B.  

Buenos Aires, catorce de enero de 1984.

 Prólogo

 A nadie puede maravillar que el primero de los elementos, el fuego, no abunde en el libro de un hombre de ochenta y tantos años. Una reina, en la hora de su muerte, dice que es fuego y aire; yo suelo sentir que soy tierra, cansada tierra. Sigo, sin embargo, escribiendo. ¿Qué otra suerte me queda, qué otra hermosa suerte me queda? La dicha de escribir no se mide por las virtudes o flaquezas de la escritura. Toda obra humana es deleznable, afirma Carlyle, pero su ejecución no lo es.
 No profeso ningúna estética. Cada obra confía a su escritor la forma que busca: el verso, la prosa, el estilo barroco o el llano. Las teorías pueden ser admirables estímulos (recordemos a Whitman) pero asimismo pueden engndrar monstruos o meras piezas de museo. Recordemos el monólogo interior de James Joyce o el sumamente incómodo Polifemo.
 Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso. No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados. La belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres. Sería muy raro que este libro, que abarca unas cuarenta composiciones, no atesorara una sola línea secreta, digna de acompañarte hasta el fin.
 En este libro hay muchos sueños. Aclaro que fueron dones de la noche o, más precisamente, del alba, no ficciones deliberadas. Apenas si me he atrevido a agregar uno que otro rasgo circunstancial, de los que exige nuestro tiempo, a partir de Defoe.
 Dicto este prólogo en una de mis patrias, Ginebra.

 J.L.B.


 Abramowicz

 Esta noche, no lejos de la cumbre de la colina de Saint Pierre, una valerosa y venturosa música griega nos acaba de revelar que la muerte es más inverosímil que la vida y que, por consiguiente, el alma perdura cuando su cuerpo es caos. Esto quiere decir que María Kodama, Isabelle Monet y yo no somos tres, como ilusoriamente creíamos. Somos cuatro, ya que tú también estás con nosotros, Maurice. Con vino rojo hemos brindado a tu salud. No hacía falta tu voz, no hacía falta el roce de tu mano ni tu memoria. Estabas ahí, silencioso y sin duda sonriente, al percibir que nos asombraba y maravillaba ese hecho tan notorio de que nadie puede morir. Estabas ahí, a nuestro lado, y contigo las muchedumbres de quienes duermen con sus padres, según se lee en las páginas de tu Biblia. Contigo estaban las muchedumbres de las sombras que bebieron en la fosa ante Ulises y también Ulises y también todos los que fueron o imaginaron los que fueron. Todos estaban ahí, y también mis padres y también Heráclito y Yorick. Cómo puede morir una mujer o un hombre o un niño, que han sido tantas primaveras y tantas hojas, tantos libros y tantos pájaros y tantas mañanas y noches.
 Esta noche puedo llorar como un hombre, puedo sentir que por mis mejillas las lágrimas resbalan, porque sé que en la tierra no hay una sola cosa que sea mortal y que no proyecte su sombra. Esta noche me has dicho sin palabras, Abramowicz, que debemos entrar en la muerte como quien entra en una fiesta.


 Alguien sueña

 ¿Qué habrá soñado el Tiempo hasta ahora, que es, como todos los ahoras, el ápice? Ha soñado la espada, cuyo mejor lugar es el verso. Ha soñado y labrado la sentencia, que puede simular la sabiduría. Ha soñado la fe, ha soñado las atroces Cruzadas. Ha soñado a los griegos que descubrieron el diálogo y la duda. Ha soñado la aniquilación de Cartago por el fuego y la sal. Ha soñado la palabra, ese torpe y rígido símbolo. Ha soñado la dicha que tuvimos o que ahora soñamos haber tenido. Ha soñado la primer mañana de Ur. Ha soñado el misterioso amor de la brújula. Ha soñado la proa del noruego y la proa del portugués. Ha soñado la ética y las metáforas del más extraño de los hombres, el que murió una tarde en una cruz. Ha soñado el sabor de la cicuta en la lengua de Sócrates. Ha soñado esos dos curiosos hermanos, el eco y el espejo. Ha soñado el libro, ese espejo que siempre nos revela otra cara. Ha soñado el espejo en que Francisco López Merino y su imagen se vieron por última vez. Ha soñado el espacio. Ha soñado la música, que puede prescindir del espacio. Ha soñado el arte de la palabra, aún más inexplicable que el de la música, porque incluye la música. Ha soñado una cuarta dimensión y la fauna singular que la habita. Ha soñado el número de la arena. Ha soñado los números transfinitos, a los que no se llega contando. Ha soñado al primero que en el trueno oyó el nombre de Thor. Ha soñado las opuestas caras de Jano, que no se verán nunca. Ha soñado la luna y los dos hombres que caminaron por la luna. Ha soñado el pozo y el péndulo. Ha soñado a Walt Whitman, que decidió ser todos los hombres, como la divinidad de Spinoza. Ha soñado el jazmín, que no puede saber que lo sueñan. Ha soñado las generaciones de las hormigas y las generaciones de los reyes. Ha soñado la vasta red que tejen todas las arañas del mundo. Ha soñado el arado y el martillo, el cáncer y la rosa, las campanadas del insomnio y el ajedrez. Ha soñado la enumeración que los tratadistas llaman caótica y que, de hecho, es cósmica, porque todas las cosas están unidas por vínculos secretos. Ha soñado a mi abuela Frances Haslam en la guarnición de Junín, a un trecho de las lanzas del desierto, leyendo su Biblia y su Dickens. Ha soñado que en las batallas los tártaros cantaban. Ha soñado la mano de Hokusai, trazando una línea que será muy pronto una ola. Ha soñado a Yorick, que vive para siempre en unas palabras del ilusorio Hamlet. Ha soñado los arquetipos. Ha soñado que a lo largo de los veranos, o en un cielo anterior a los veranos, hay una sola rosa. Ha soñado las caras de tus muertos, que ahora son empañadas fotografías. Ha soñado la primer mañana de Uxmal. Ha soñado el acto de la sombra. Ha soñado las cien puertas de Tebas. Ha soñado los pasos del laberinto. Ha soñado el nombre secreto de Roma, que era su verdadera muralla. Ha soñado la vida de los espejos. Ha soñado los signos que trazará el escriba sentado. Ha soñado una esfera de marfil que guarda otras esferas. Ha soñado el calidoscopio, grato a los ocios del enfermo y del niño. Ha soñado el desierto. Ha soñado el alba que acecha. Ha soñado el Ganges y el Támesis, que son nombres del agua. Ha soñado mapas que Ulises no habría comprendido. Ha soñado a Alejandro de Macedonia. Ha soñado el muro del Paraíso, que detuvo a Alejandro. Ha soñado el mar y la lágrima. Ha soñado el cristal. Ha soñado que Alguien lo sueña.

Alguien soñará


 ¿Qué soñará el indescifrable futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don Quijote sin dejar su aldea y sus libros. Soñará que una víspera de Ulises puede ser más pródiga que el poema que narra sus trabajos. Soñará generaciones humanas que no reconocerán el nombre de Ulises. Soñará sueños más precisos que la vigilia de hoy. Soñará que podremos hacer milagros y que no los haremos, porque será más real imaginarlos. Soñará mundos tan intensos que la voz de una sola de sus aves podría matarte. Soñará que el olvido y la memoria pueden ser actos voluntarios, no agresiones o dádivas del azar. Soñará que veremos con todo el cuerpo, como quería Milton desde la sombra de esos tiernos orbes, los ojos. Soñará un mundo sin la máquina y sin esa doliente máquina, el cuerpo. La vida no es un sueño pero puede llegar a ser un sueño, escribe Novalis.

jueves, 24 de noviembre de 2011

The Waves... Virginia Woolf


La noche ha girado un poco más sobre las chimeneas. Por encima del hombro de este hombre, a tráves de la ventana, veo un gato tranquilo que no se ahoga en luz, que no está preso en sedas, con libertad para detenerse, desperezarse y volver a avanzar. Odio todos los detalles del vivir individual. Pero estoy aquí, clavada, para escuchar atentamente. Una inmensa presión me agobia. No puedo moverme ni desplazar de su lugar el peso de los siglos. Flechas, un millón de flechas, me atraviesan. La burla y el ridículo me desgarran. Yo, capaz de dejar alegremente que el granizo me cubra, quedo inmortalizada aquí. Quedo en evidencia. El tigre salta. Con sus látigos las lenguas se dirigen a mí. Móviles, incesantemente, las lenguas se agitan sobre mí. He de defenderme con mentiras. ¿Qué amuleto hay contra semejante mal? ¿Qué rostro puedo invocar para que amortigüe este ardor? Pienso en nombres inscritos en las tapas de las grandes cajas, pienso en madres bajo cuyas anchas rodillas descienden las suyas, pienso en arboledas hacia las que descienden, grito, protegedme, porque soy la más joven, la más desnuda, de todas vosotras. Jinny se deja llevar como una gaviota por la ola, hábilmente se sirve de su aspecto aquí y allá, diciendo esto y diciendo lo otro, sin mentir. Yo miento. Y delinco.
 Sola, balanceo mi cuenco. Soy el ama y señora de flota de bajeles. Pero aquí, mientras retuerzo entre los dedos el friso de la bordada cortina de la casa de esa mujer que me ha invitado, estoy dividida en porciones. He dejado de ser una sola entidad. Entonces, ¿cuál es el conocimiento que posee Jinny mientras baila, la seguridad que tiene Susan mientras inclinada, silenciosa, ajo la luz de la lámpara, pasa el blanco hilo de algodón por el ojo de la aguja? Dicen sí. Dicen no. Atizan sonoros puñetazos en la mesa. Pero yo dudo. Tiemblo. Veo  cómo el espino sacude su sombra en el desierto.
Ahora echaré a andar, como si me hubiera propuesto algo, y así cruzaré la estancia hasta llegar al balconcito. Veo el cielo, con las suaves plumas del súbito fulgor de la luna. También veo las barandillas de la plaza, y dos personas sin rostro, recortándose como estatuas contra el cielo. Resulta que hay un mundo inmune al cambio. Después de cruzar este salón bullente de lenguas que me pinchan como cuchillos, obligándome a tartamudear, a mentir, me parece que los rostros se hayan quedado sin rasgos, privados de belleza. La pareja de enamorados está agazapada bajo el plátano. El policía hace guardia en la esquina. Pasa un hombre. Resulta que hay un mundo inmune al cambio. Pero yo carezco del aplomo suficiente, ahí, de puntillas en los límites del fuego, aún chamuscada por el ardiente aliento, con miedo a que se abra la puertam a que el tigre salte, incluso para formar una frase. Perpetuamente contradice cuanto digo. Todas las veces que se abre la puerta, me interrumpen. Aún no he cumplido los veintiuno. He nacido para que me hagan añicos. He nacido para que se burlen de mí toda la vida. He nacido para ir arriba y abajo, entre estos hombres y estas mujeres de rostros convulsivos y lenguas mendaces, como un corcho en un mar alborotado. Como la cinta de un alga, soy proyectada muy lejos cada vez que la puerta se abre. Soy la espuma que llena de blancura las mas alejadas oquedades de la roca. Y también soy una muchacha, aquí, en esta sala.

viernes, 28 de octubre de 2011

NORAH – Del libro “BORGES ENAMORADO” Por Juan Gustavo Coba Borda


La Nación , Buenos Aires,    31 de diciembre de 1977 (Nota  No.  8.)

No sé a qué margen del gran río borroso, que un escritor ha bautizado con el nombre de Río Inmóvil, puedo atribuir mis primeros recuerdos de mi hermana. Si corresponden a la margen derecha, que es la de Buenos Aires, debo pensar en unos patios de baldosas coloradas, en un jardín con una palmera  y con ceibos y en un barrio modesto; si en la  margen izquierda, la de Montevideo, en la gran quinta de mi tío, Francisco Haedo, inagotable y honda, con un  mirador de cristales de diversos colores, con muchos árboles, con  una pileta sombreada, con un arroyo casi secreto, con dos glorietas y con dos bancos de mampostería  en la acera. Los lugares que he enumerado  nos servían para fines escénicos. Compartíamos las ficciones de Wells, de Verne, de “Las Mil y Una Noches” y de Poe, y las representábamos. Puesto que sólo éramos dos (salvo en Montevideo, donde nos acompañaba mi prima Esther)  multiplicábamos los roles y éramos, de un momento a otro, los cambiantes personas de la fábula. Habíamos inventado dos amigos inseparables,  que se llamaban Quilos y Mollino. Un día dejamos de  hablar d ellos explicamos que se habían muerto, sin saber muy bien qué cosa era la muerte. Otras memorias guardo de largas playas, de andar a caballo por el campo y arroyos tortuosos.   Dejada atrás la infancia, en otras tierras conoceríamos Ginebra, el Ródano y mar Mediterráneo.
Norah,  en todos nuestros juegos, era siempre el caudillo; yo, el rezagado, el tímido y el sumiso. Ella subía a la azotea, trepaba a los árboles y a los cerros; yo la seguía con menos entusiasmo que miedo. En la escuela el contraste se repitió. A mí me intimidaban los chicos pobres, quienes me enseñaban con desdénel lunfardo básico de aquellos años; no dejaba de sorprenderme que en casa no me  hubieran instruido en las voces más comunes del habla. Mi hermana, en ambio, dirigía a sus compañeras: A alguanas, las más tontas, les refería complejas y disparatadas historias que ellas no han acabado aún d entender.   Nuestro breve universo era cerrado. En casa tuvimos libertad, no fuimos asediados  con restricciones; mi padre, profesor de psicología, creía que son los chicos los que educan a los mayores. Con una de nuestras abuelas hablábamos de un modo y con otra de otro; el tiempo nos enseñaría que esos dos modos eran la lengua  castellana y  la lengua inglesa. Cuando era muy niña, Norah no aceptaba una golosina si no me daban la mitad.

Nuestras infancias, como es natural, se confunden, pero siempre fuimos distintos. Sin embargo, nunca dejamos de entendernos; a veces, bastaba una mirada cómplice, otras, ni eso siquiera. Duran te toda la adolescencia la envidié porque se encontró envuelta en un tiroteo electoral y atravesó la plaza de Adrogué, un pueblo del sur, corriendo entre las balas.

Fuera de mis manías  que son muchas, y que ahora abarcan el islandés y el anglosajón, suelo juzgar a las personas por la inteligencia y el valor; Norah, por la bondad y, lo que es más singular, por el parentesco. A mí la gente de mi sangre me atrae pero prefiero a los que han muerto, que puedo imaginar a mi modo; a mi hermana le encantaban los parientes, esos primos segundos y terceros, aun cuando vienen de visita. Hace años nos revelaron la existencia de una nieta natural de un abuelo nuestro. Ante la noticia, Norah exclamó: ¡“Otra persona qué adorar”!.
Profesa, como  yo, el culto de nuestro mayores; cuando fue por primera vez a Inglaterra nos escribió que hojeaba los libros de los estantes callejeros  y sentía, al volver las hojas, que esas queridas e invisibles presencias iban siguiendo la lectura sobre sus hombros. Abunda en el amor de toda la gente  desde niña había elegido los  nombres de sus hijos y de sus hijas. Cada una noche rezaba para que todas las personas estuvieran tranquilas en sus casa y los animales en sus cuevas y en sus pesebres. Siempre tendió a considerar la estupidez como una suerte de inocencia; dijo que una amiga suya, de notoria simplicidad, era “como una rosa blanca”.  Sin embargo, sabe juzgar; durante la primera guerra mundial llegamos a Lauterbrunnen, en Suiza, y Norah bajó para explorar el hotel. Al rato volvió muy alborotada para revelarnos que en el vestíbulo.. Continuara…

lunes, 24 de octubre de 2011

Estoy, pernoctando en este mundo sin cesar, pasando los miramientos del atardecer, sin estar, viviendo una constante perdida en el mundo, como si lo mío no existiera, como si se me hubiera negado la opción de vivir por el simple gusto de hacerlo. Me encuentro perdido, buscándola, pensando en usted, y cada vez el mundo se cierne sobre una gran esperanza que se pierde, sobre un momento que se olvida sobre el llanto que se escapa. 
Solo es un mundo de ideas incoherentes, donde mi mente onírica vaga por parajes recónditos, y todos y cada uno de ellos alienados de una perceptible realidad carente de verdad. Pues en ese mundo lejano donde espero renacer es donde mi verdad se ciñe al atardecer.
No quiero despertar y ver los mismos rostros fungidos por la misma rutina en la que despertamos compartiendo la pérdida de nuestros sentidos en un mundo absorbente de ideas y creatividad.
Ojalá pudiera compartir tu busque mi bella y onírica dama.
ay un canto en mí que debo escuchar yo solo, que debo padecer y soportar solamente yo.
Hay un canto preso en mis venas como los celestiales adagios del argentado órgano - hay un canto que como la raíz del gladiolo no florecerá bajo el alud.
Hay un canto en mí que estará siempre en mí.
Si este canto saliera de mi corazón, quebraría mi corazón.
Si este canto escribiera mi mano, ninguna otra palabra escribiría mi mano.
Este canto no se dirá sino en la última hora de mi vida; este canto será el inicio de una feliz agonía.
Hay un canto en mí que no puede salir de mí porque no se han creado aún las palabras necesarias.
Un canto sin medida y sin tiempo; sin ritmo y sin leyes.
Un canto sin ningún sosiego y que astillaría cualquier lenguaje.
Un canto inatendible sin que el alma se intimide por la sorpresa y se coloree de otro sol.
Un canto más respirado que dicho, más presentido que expresado: son de luces, rayo de acordes.
Un canto sin ansias de música porque sería más melodioso que cualquier otro instrumento conocido.
En mi corazón inmenso, que por días abarca el universo, a este canto, le cuesta quedarse adentro.
En los minutos más angustiantes de la vida, este canto querría derramarse de mi corazón demasiado estrecho como el llanto de los ojos de quien se llora a sí mismo. Pero lo rechazo y lo engullo, pues junto a él también la sangre de mi corazón se derramaría con la misma furia voluptuosa.
Lo encierro en mí mismo porque no quiero morir aún.
Soy una víctima dulce de este canto divino y homicida.
Debo cerrar el corazón como la puerta de una cárcel y sofocar sus latidos sobrehumanos como si fueran remordimientos.
Y ser, con toda mi ternura, el hombre feroz al que no se acercan los débiles.
Porque mi canto sería un aterrador canto de amor, y ese amor abrasaría todo lo que toca.
El amor que solo cobija es apenas tibio, pero el verdadero amor en el mismo soplo besa y destruye.
Este amor resplandecería tanto de candente avidez que ese día la tierra iluminaría al sol y la medianoche sería más ardiente que el mediodía más ardiente.
Pero yo no cantaré jamás este canto terrible que me consume sin que nadie tenga compasión de mi tormento.
Yo no cantaré jamás este canto maravilloso del que mi temor reniega y que espanta mi debilidad.
No cantaré este canto porque nadie podría sustentar la infinita, la desgarrante, la dolorosa dulzura.

DE LAGRIMAS Y SANTOS.

Todo está ya ahí; desde el sentimiento de lo irreparable y de lo irremediable, la inquietud, la angustia, el sentimiento de la nada, el elogio del silencio, hasta sus manías personales, sus insomnios, sus paseos nocturnos, su pereza, su pasión por la música, la obsesión del suicidio. El día que cumplió veintidós años escribió al final de uno de los capítulos de su primer libro: «Experimento una extraña sensación al pensar que a esta edad soy un especialista del problema de la muerte». Sobre las cimas de la desesperación trata el tema del exilio metafísico: «¿Sería para nosotros la existencia un exilio y la nada una patria?» tema al que volverá cuarenta años más tarde en Del inconveniente de haber nacido: «Toda mi vida he vivido con el sentimiento de haber sido alejado de mi verdadero lugar. Si la expresión "exilio metafísico" no tuviera ningún sentido, mi existencia hubiera bastado para darle uno». Sobre las cimas... revela un Cioran que desea subrayar «los recursos líricos de la subjetividad» y para quien «el lirismo es una forma bárbara cuyo valor consiste en ser sólo sangre, sinceridad y llamas», un Cioran que detesta «las civilizaciones refinadas, anquilosadas en formas y marcos», y los hombres que se imponen actitudes hasta en la agonía.
Entraron en el dormitorio, se desnudaron, y lo que estaba escrito que sucedería sucedió por fin, y otra vez, y otra aún. Él se durmió, ella no. Entonces ella, la muerte, se levantó, abrió el bolso que había dejado en la sala y sacó la carta color violeta. Miró alrededor como si buscara un lugar donde poder dejarla, sobre el piano, sujeta entre las cuerdas del violonchelo o quizás en el propio dormitorio, debajo de la almohada en que la cabeza del hombre descansaba. No lo hizo. Fue a la cocina, encendió una cerilla, una humilde cerilla, ella que podría deshacer el papel con una mirada, reducirlo a un impalpable polvo, ella que podría pegarle fuego sólo con el contacto de los dedos, y era una simple cerilla, una cerilla común, la cerilla de todos los días, la que hacía arder la carta de la muerte, esa que sólo la muerte podía destruir. No quedaron cenizas. La muerte volvió a la cama, se abrazó al hombre, y, sin comprender lo que le estaba sucediendo, ella que nunca dormía, sintió que el sueño le bajaba suavemente los párpados

Hacia el Siglo de las Vacas, Catulo, «gens Valeria…»


En los valles desecados
sostienes el diálogo de los muertos
has fundado tu silencio
en nombres tenebrosos:
Dos sombras de pájaros
Dos nuncas
Dos sin fin

II
Los grandes sufrimientos no eran su fuerte,
se remitían al futuro
y te piden explicaciones…
Dos mil años vividos de menos,
eso te arruinaba… una vez
estaban sin tiempo, estaban
sin fin…
Él lloró, se retiró al sueño de ella,
esperaba las superfluas formaciones de palabras
de su belleza…
ella no sentía nada
él penetró en esa NADA,

III
¿Con qué derecho
en este lugar,
con qué derecho…?

IV
Figuras susurrantes te cubrieron
de tinieblas,
rompieron cadenas, donde tú estabas,
te azotaron con azotes de pájaros…
Monumento de tedio en las colinas heladas,
los días se levantan negros
y tú en tu hambre.

V
Al final de la tumba escuché
tu voz
en la protesta de la corneja,
con viles mentiras te até
a las orillas del río…

VI
¿Pues quién escribió antes que yo
que nadie vivió antes que tú
y nadie murió
y nadie estuvo en mí,

quién escribió antes que yo
que la primavera era invierno
y el invierno primavera,
quién escribió antes que yo:
ésos eran nuestros nombres:
un verde negro,
un rojo mate,

quién escribió antes que yo
cómo entraba en las frías tumbas
el viento frío y la muerte fría?

VII
tú en tu sombra,
tú en tu despertar,
tú en tu tiempo,
tú en tu gloria,
tú en tu palabra,
¡tú!

VIII
En las lomas de las colinas del Adagio
aprendí los días y las noches.

IX
Con mi cuchillo bien afilado
grabé tu belleza
en la corteza del cielo,

cubrí tus heridas con nieve
y la sangre se secó con la velocidad del viento…

X
Durante mucho tiempo no supe
quiénes eran,
confié en su llamada de auxilio,

les conté el lamento
de nuestro lamento,
porque mi país me traicionó.

XI
Arranqué de los grabados nobles rostros
de antiquísimas estirpes.

XII
Sobrevivir
a las órdenes de la noche,
tú te refugias en los libros,
a mí me retiene la tierra
con sus pensamientos.

BORGES, MENTIRA Y ETERNIDAD


"Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido. De hecho, me
tomaría muy pocas cosas en serio. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes,
contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos, iría a más lugares donde
nunca he ido, comería más helados y menos habas. Tendría más problemas reales y ninguno
imaginario.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que
tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos
momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida. Sólo de momentos.
Yo era de los que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un
paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. Si pudiera volver a vivir (...)
Pero ya ven, tengo 85 años y me estoy muriendo".

sábado, 1 de octubre de 2011

Frag.

El éxtasis -estado límite de la sensación, perfeccionamiento por medio de la reina de la conciencia- es patrimonio sólo de aquellos que, aventurándose fuera de sí mismos, sustituyen a la ilusión vulgar que fundaba su vida por otra suprema en la que todo está resuelto y todo está superado. Ahí el espíritu está en suspenso, la reflexión abolida, y, con ella, la lógica de la zozobra. ¡Si pudiéramos, a ejemplo de los  místicos, is más allá de las evidencias y del callejón sin salido que se desprende de ellas, remontarnos hasta la verdadera nada! No hay nada que resista la efervescencia de su locura, esa expansión de su alma, siempre empeñada en fabricar otro cielo, otra tierra. Todo lo que tocan toma color de sr. Habiendo comprendido los incovenientes de ver y dejar las cosas tal cual sonm se han esforzado por desnaturalizarlas. Vicio de óptica al que prestan todos sus cuidados . Ninguna huella de lo real, bien lo saben, subsiste tras el paso, tras las devastaciones de la clarividencia. Nada es, tal es su punto de partida, tal es la evidencia que han conseguido vencer y rechazar para llegar ala afirmación:   Todo es. Hasta que no hallamos recorrido el camino que les ha conducido a una conclusión tan sorprendente no estaremos en pie de igualdad con ellos.

sábado, 16 de julio de 2011

Ella, que todo lo tuvo - Angela Becerra

Sí, el ser humano necesitaba de las frustraciones y negaciones para encumbar el amor. ¡Ahhh!, pero qué maravilloso era cuando, después del dolor, llegaba aquella sensación de muerte y vida en la saliva del beso de la amada. Quizá era esa humedad tan ajena la que alargaba la vida; allí se diluía el sinsentido de los días, el fracaso y absurda erudición. Llevaba a circular la sangre por rincones dormidos donde la insensibilidad yacía apoltronada como una okupa usurera. Obligaba con dulzura a que las células gritaran de gozo.
{Fragmento - Cap No. 20}

Viajaba por su mundo invisible, adentrándose su espeso laberinto de suposiciones y falsas esperanzas. Basculando entre la fatal incertidumbre de volver a morir sabiéndolos definitivamente muertos o la hipotética posibilidad de encontrarlos vivos. La llamada le había despertado aquella horrible imagen que de forma intermitente le llegaba en la sempiterna pesadilla de las madrugadas: Marco y Chiara convertidos en dos estrafalarios muñecos de cera, rellenos de serrín y mal cosidos.
{Fragmento - Cap No. 21}

Llevaba atragantados los llantos jamás derramadas. Desde el instante mismo en que cruzó el umbral de útero de su madre deslizando su humanidad por aquel tobogán tibio y acuoso que la empujaba a la vida, sus lagrimales habían permanecido secos. A pesar de las órdenes, de las caras expectantes, de la insistencia en forzarla a reaccionar, de sus ojos no había brotado nadie. Ninguna expresión: ni de asombro, ni de disgusto o gusto, ni de alegría. Nada. Solo una angustia estupefacta; aquel lugar estaba seco  y desangelado.Seres extraños, gigantes desorientados blandiendo instrumentos metálicos; manos enguantadas y sucias; la cara de su madre contraída de dolor y cansancio, sus piernas abiertas, su pubis reventado; el laso grueso, blanquecino y venoso con el cual había jugado a agarrarse a la vida: sed y hambre saciadas, calor y amor, seguridad y protección, su vida ahora se exponía a aquel público, unas tenazas afiladas apretando aquel amado cordón..., un corte seco... ¡¡¡NO!!!... ¿Mamá, por qué me has abandonado? ¿Por qué no dices nada? Mamá, no quiero estar aquí. ¡¡¡NO QUIERO!!! ¿No te das cuenta de que esto es horrible? Déjame entrar de nuevo, sumergirme en ti... ¿No me oyes? Por favor, que alguien me ayude, quiero volver a entrar...  Usted, señor, usted, el del bigote... Unas sábanas empapadas en sangre y la expresión desilusionada de un hombre ato, demasiado alto y demasiado triste, que observaba ajeno aquel cuadro morboso: <<¿Otra niña? ¡¡Maldita sea!!...>>
{Fragmento - Cap No. 16}

{16.} finalmente la ilusión anatema dentro se hizo oscuridad trizando los deseos  en partículas de sinsabor, sumiendo así mi mente en el vacío...en el vacío que directos  dirigía hacia la nada incertidumbre que  serié indolente  para mi desde que olvide el tiempo que ha pasado. Desde que olvidos los tiempos... Como si acaso, no hubiese visto sus ojos el día que de cerca me hablaba con todo el entusiasmo que enmarcaba la presencia tangible   queriendo así  escrutar mis pensamientos entre miradas, mientras yo temblaba nerviosa por el miedo a la potencial posibilidad que dibujaba invisible en el aire la palabra a la que más he temido (amor)... fútilmente mis ojos despistados leyeron el sortilegio al cual me negaba, mientras maquinaban aquellas letras en el aire por un tiempo indeterminado, la forma en que aquella voz se hiciera dueño de mi negro corazón que huye a las razones y sentimientos que arraigados hicieran de  mis actos locuras, locuras y locuras... {Éste trozo es un trozo de dolor que derrame cuando lo escribi... por una persona que lastime con mi ausencia. Pues fue por culpa de mi irremisible perdida de memoria...olvido el tiempo y la distancia}


miércoles, 30 de marzo de 2011

Las intermitencias de la muerte...  
                  Se acercaba la hora de ingresar por el último débil suspiro para anular completamente los posibles res-piros vivientes, de sus indeterminados sueños,  de las miradas pidiendo ese instante deseado; agotado de sostener la debil hilera que llave entre la vida y la muerte,,, siente ahora el dolor nauceabundo de estar con una leve vida. ¡Pero que muerte más ausente e indiferente!, yo la quiero acariciar porque necesito un momento inmediato con ella, un tiempo exactodonde mis dolores ya no sienta... donde olvide mi olvido... de las esperar sin recipientes, de incoloras rosas sin admitir recibir, de mis respuestas afirmando siempre "nada", de inconstrantes... de mi inconstancia... de la inconstancia siempre eterna, de futuros intricados mientras yo estoy en un total grisaseo difuso, de las sonrrisas indulgentes, de lascivias cancamusas de sentimietos, de mi... de mi... de mi variabilidad y yo... del tiempo que me hace existir sin previas preguntas... de inconformidades... de mi inconformidad... de inconformidad y el dolor y el dolor de estar vivo...

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UN TROZO INSPIRADO POR EL TITULO DE JOSE SARAMAGO
............LAS INTERMITENCIAS DE LA MUERTE..

martes, 29 de marzo de 2011

LAS INTERMITENCIAS DE LA MUERTE

vallado




Entraron en el dormitorio, se desnudaron, y lo que estaba escrito que sucedería sucedió por fin, y otra vez, y otra aún. Él se durmió, ella no. Entonces ella, la muerte, se levantó, abrió el bolso que había dejado en la sala y sacó la carta color violeta. Miró alrededor como si buscara un lugar donde poder dejarla, sobre el piano, sujeta entre las cuerdas del violonchelo o quizás en el propio dormitorio, debajo de la almohada en que la cabeza del hombre descansaba. No lo hizo. Fue a la cocina, encendió una cerilla, una humilde cerilla, ella que podría deshacer el papel con una mirada, reducirlo a un impalpable polvo, ella que podría pegarle fuego sólo con el contacto de los dedos, y era una simple cerilla, una cerilla común, la cerilla de todos los días, la que hacía arder la carta de la muerte, esa que sólo la muerte podía destruir. No quedaron cenizas. La muerte volvió a la cama, se abrazó al hombre, y, sin comprender lo que le estaba sucediendo, ella que nunca dormía, sintió que el sueño le bajaba suavemente los párpados.

Al día siguiente no murió nadie.



http://recintosmagicos.blogspot.com/2010/04/fragmento-de-las-intermitencias-de-la.html

lunes, 31 de enero de 2011

DE SOBREMESA Y OTROS POEMAS (José Asuncion Silva)

Hoy comprando otras cosas, ese libro quiso saltar a mis manos... Así que este libro me escogio me ha capturado el sentir de su paroxismo, y us reticente libre alvendrio...


°CREO QUE SOLO LA LECTURA DE ALGO ENÉDITO  QUE ME INTERESE MUCHO ALCANZARÍA A DISIPAR MIS IDEAS NEGRAS
°AHORA CUATRO DESEOS ENCONTRADOS QUE SE JUNTAN PARA QUE LA NOMBRE

EL SIMBOLO PERDIDO, Dan Brown

 (Un regalo de efusividad, quizas de frustración, pero sobre todo fue la intension de sentirse cerca de mi, aunque ibamos caminando, yo inevitablemente despistada y esquiva solo puedo ser y ofrecer un trozo de mi ser envuelto en ausencia sempiterna)...

EL GATO Y EL RATÓN (James Patterson)